sábado, 31 de mayo de 2014

Música para camaleones: el arte de la conversación

No ocurre todos los días: he leído uno de mis libros favoritos, uno de los que estarán conmigo siempre cerca, que leeré y releeré varias veces y que regalaré a personas muy escogidas. Un libro para mi top ten, o incluso para mi top five, siempre y cuando no aparezcan dos o tres que sean capaces de relegarlo. Es posible, porque soy joven y me queda mucho por leer. Pero tampoco es fácil: algunos de los títulos que integran ese top five de libros leídos llevan ahí, inconmovibles, durante bastantes años.

En realidad no se trata de un libro, sino de varios. O para ser precisos: seis relatos, una novela corta y siete retratos y conversaciones, cada uno diferente pero contenidos en un mismo frasco: Música para camaleones, de Truman Capote.

Mi puerta de entrada a Capote, aparte de conocerle de la facultad como uno de los reinventores del periodismo en los años sesenta (como ya conté aquí), fue el relato corto – que aparece en este libro –; Un día de trabajo. En él, el escritor acompaña a su mujer de la limpieza, Mary Sánchez, en una lluviosa mañana de 1979 por todos los pisos que tiene que limpiar, mientras ambos conversan, husmean  bibliotecas y fotos ajenas y trazan una alianza llena de complicidad. Por cierto, que el relato es toda un recordatorio para escritores y periodistas de que para escribir una crónica increíble no hace falta irse al otro confín del mundo, sino que la vida, con todas sus promesas y potencialidades, espera a la vuelta de la esquina.

Creo haber conocido a otro Truman Capote gracias a este libro. Hay mucho de autobiográfico en él, ya que muchas de las historias y conversaciones que nos narra los fue rescatando de anécdotas vividas y apuntadas con sumo cuidado durante años.  Está por tanto muy presente el enfoque testimonial y una nueva vuelta de tuerca de la novela de no ficción, pero esta vez con un estilo más depurado y a la vez mucho más libre.  Coincido en este sentido con la reseña que hizo Marcos Ordoñez cuando define el relato (y el libro) como un ejemplo de estilo tardío, definiendo éste como aquel que sobreviene a un escritor cuando se libera de la losa de tener que demostrar, “y extiende los colores de su paleta, y elige los esenciales, o combina tonos insólitos”.  En efecto, Capote pasará a la historia por A sangre fría y en aquel momento su obra más ambiciosa era Plegarias atendidas, con lo cual, y habiéndose quitado la presión, en este libro se permite el lujo de disfrutar, de experimentar y de sacar su genio sin cortapisas.

Famosa imagen de Truman Capote en la contraportada de Otras voces, otros ámbitos (1948)
El arte de conversar
"P: ¿Considera que la conversación es un arte?
R: Sí, uno agonizante. La mayoría de los conversadores famosos – Samuel Johnson, Oscar Wilde, Whistler, Jean Cocteau, lady Astor, lady Cunard, Alice Roosevelt Longworth – monologan, no conversan. La conversación es un diálogo, no un monólogo. Por eso hay tan pocas conversaciones buenas: debido a la escasez, es raro que coincidan dos conversadores inteligentes”.
Pensando en un título o idea que sirviera para aglutinar a las dispares historias contenidas en Música para camaleones llegué a la conclusión de que quizás lo que más define el libro (al menos en mi humilde opinión) es la conversación.  El libro abunda en diálogos (que además el autor transcribe de forma teatral con los nombres de los personajes en lugar de los típicos guiones); y casi todos los relatos tienen en común una trama que avanza al ritmo de jugosas interacciones. Pero también el autor conversa con nosotros, apelándonos en un tono de confidencia que hace que desde el principio la lectura nos requiera, con nombres y apellidos, y se convierta en una interesante conversación y no en un monólogo. Una conversación siempre inteligente, llena de franqueza, de ironía y de revelaciones. Como una de esas conversaciones que a veces tenemos con alguien – no necesariamente conocido – y en las que sentimos que hemos conectado, que se ha producido eso a veces tan difícil de la comunicación, el entendimiento mutuo.

Mi recomendación: empezad por el prólogo. Merece la pena leerlo y sirve para entender al autor y a la obra. Además, en él dice esa frase tan mítica de "Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse". Pero si todavía dudáis de si merece la pena leer el libro o si éste puede realmente interesaros, iniciad la ruta con aquella jornada de trabajo que Mary Sánchez y el escritor compartieron una lluviosa mañana en Nueva York. A partir de ahí, da igual el orden que sigáis. Como una caja de bombones, os los zamparéis todos. Os cuento los que más he disfrutado yo:

Deslumbramiento, porque además de un crescendo potente y una caracterización de los personajes fantástica, posee el sabor de lo auténtico, sobre todo en su autobiográfica e inolvidable conclusión

Una luz en la ventana: porque a veces la esperanza se parece mucho a una lámpara iluminando una ventana de una casa en medio del campo...

Hola, desconocido: por lo inquietante que es

Intrepidez y Jardines ocultos: porque son casi cinematográficos, y los personajes me encantan

Por último, dejad para el final el broche de oro: Ataudes tallados a mano, una novela corta del mismo estilo de no ficción que A sangre fría y que es todo un tratado sobre cómo narrar.

martes, 20 de mayo de 2014

La vuelta al mundo en 197 libros

La lectura es un viaje. Uno considerablemente barato si tenemos en cuenta que te permite no solo trasladarte a remotos lugares del planeta y a otros mundos posibles o imaginados, sino también salir de ti mismo y durante el tiempo de lectura ser otra persona.  Se suele decir que tu mundo es tan grande como las palabras que lo habitan, a lo que yo añadiría los libros en los que has estado viviendo durante un tiempo.


A finales de 2011 la periodista freelance Ann Morgan miró su biblioteca y vio que casi todos los libros que había leído hasta ese momento pertenecían a escritores de Reino Unido, Estados Unidos y Australia. Casi todos en lengua inglesa. Y empezó a pensar en todo lo que se estaba perdiendo ¿Cómo sería la novela de moda en Pakistán? ¿Y en Madagascar? ¿Cuál sería la historia favorita de los habitantes de las islas Marshall? 

Y entonces se le ocurrió una idea: crear un blog y pedir ayuda a lectores y bibliófilos de todo el mundo a fin de poder localizar y leer un libro por cada país del mundo, desde las grandes potencias hasta los más pequeños y perdidos estados del planeta. En total 196 libros, a los que al final se añadió uno más de un territorio sin estado propio que fue elegido por los lectores. El reto era leerlos y reseñarlos en su blog a lo largo de un año, doce meses, 365 días.

Captura de pantalla del blog de Ann Morgan A year of reading the world
Entre los grandes desafíos a los que se tuvo que enfrentar estaba el conseguir traducciones en inglés de cada una de esas novelas. Reto que toma su verdadera dimensión si consideramos que solo un 3% de los libros publicados en Reino Unido son traducciones. Y eso sin contar la dificultad de encontrar una literatura nacional en lugares tan remotos y pequeños como Tonga, Tuvalu o la Micronesia. O el no menor desafío de leer una media de cuatro libros a la semana (unas 150 páginas al día calcula la autora) para poder cumplir con la fecha.

Entre las anécdotas que jalonan este particularísimo “viaje” estuvo la dificultad de conseguir una historia en Sudán del Sur, el país más joven del mundo, que apenas contaba con seis meses de vida cuando la autora inició su recorrido, el 1 de enero de 2012. O el hecho de que en algunos países la literatura se transmitiese de forma prácticamente oral, con lo que se hacía necesario o bien desplazarse para escuchar la historia directamente de los narradores o bien conseguir una transcripción de aquellas. O lo arduo que pudo ser encontrar una novela en la hermética Corea del Norte, siempre recelosa de los "corruptos" países de occidente. Como admite la autora, nada hubiera sido posible sin la activa participación de los lectores del blog, que la ayudaron recomendándole libros para leer, haciéndole llegar traducciones y en algún caso hasta enviándole ellos mismos libros y relatos desde los más remotos rincones del planeta.

La autora utiliza la palabra bookpacking una especie de juego de palabras de backpacking (mochilero) para referirse a una experiencia en que el viaje físico tradicional raramente puede ofrecer: trasladarse a los pensamientos de personas que viven lejos y llegar a ver el mundo a través de sus ojos:
"Mientras me abría camino a través de los paisajes literarios del planeta, cosas extraordinarias empezaron a suceder. Lejos de desplazarme simplemente desde el sillón, me di cuenta de que estaba habitando el espacio mental de los narradores. En compañía del escritor butanés Kunzang Choden, no me encontraba simplemente visitando templos exóticos, sino que los veía como un budista local lo haría. Transportada por la imaginación de Galsan Tschinag, vagaba por las preocupaciones de un joven pastor en la montañas Altai de Mongolia…"
Al final, Ann Morgan reconoce que muchos rincones del planeta ya nunca serán nombres sin más en un mapa:
“Uno por uno, los nombres de los países incluidos en la lista que había comenzado como un ejercicio intelectual en el inicio del año se transformó en lugares vitales, vibrantes llenos de risa, el amor, de ira, esperanza y miedo. Las tierras que antes parecían exóticas y remotas se convirtieron en cercanas y familiares para mí - lugares que podía identificar. En su mejor versión, me di cuenta que, la ficción hace al mundo real”.
Desde aquí animo a que le echéis un ojo a su blog, A year of reading the world, en el que se muestra una lista alfabética de todos los países que enlaza con la reseña que hizo de cada libro, relato corto o cuento que finalmente escogió para leer. Hay cosas bastante curiosas, como el libro elegido en nuestro país y también historias recónditas y exóticas con argumentos tan improbables que jamás se te habrían ocurrido que pudieran existir. A mi desde luego, me han dado ya ganas de leer un par de libros de la lista.

En 2015 saldrá publicado  Reading the World: Postcards from my Bookshelf  en la editorial británica Harvill Secker.

La autora, Ann Morgan (foto de Darren Russell)

viernes, 9 de mayo de 2014

La poeta de las dudas

El otro día me invitaron a una mesa redonda sobre cierta terapia psicológica hoy muy de moda. Uno de los ponentes era buen amigo mío y fui con genuinas ganas de escucharle. Además, resulta que esa terapia fue en su día muy importante para mi, en la época en la que creía que una filosofía o un libro podían contener todo lo que necesitaba saber para llevar una vida feliz. Si existe una utopía, esta debe vivir en la juventud, y en la ignorancia de la vida. Crecer, cumplir años – no siempre sinónimo de crecimiento –; supone, por lo menos en mi caso, una continua pérdida de certidumbres, una constante revisión de verdades que creías infalibles. 

Durante la charla tuve la inquietante sensación de que intentaban convencernos de algo, a un público, por cierto, que ya de por sí estaba bastante convencido. Nada más fácil que venderle agua a un sediento, tal vez por ello nunca he profesado mucha fe por ninguna religión. 

Tampoco es que crea en el relativismo ni que sea un cínico que piense que no haya nada que no se pueda saber a ciencia cierta. Pero mis verdades son personales, íntimas, mudables como las copas de los árboles en cada estación. Mis héroes, cada vez más, no son personas que están convencidas de algo, sino personas que tienen montones de dudas e intentan hacer lo adecuado sin demasiada seguridad en el "premio" final. 

Todo esto viene a cuento de un libro que casualmente yo llevaba en mi bolsa (siempre llevo libros en mi bolsa), sobre una poeta que se define (o al menos a mi me gusta definirla así); como la poeta de las dudas, de la incertidumbre. Premio Nobel en 1996, pero ante todo sencilla, cotidiana, e irónica, Wislawa Szymborska, que murió siendo una simpática y discreta anciana que huía de las palabras grandilocuentes y que vivía en un modesto pisito de Cracovia, está hoy más cerca de lo que entiendo como "autoayuda" de lo que pueda estar aquella tarde de terapia psicológica.

 ALGO SOBRE EL ALMA                                             
Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.

Día tras día,
año tras año
pueden transcurrir sin ella.

A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.

Rara vez nos asiste
en las tareas pesadas,
como mover los muebles,
cargar las maletas
o recorrer caminos con zapatos apretados.

Cuando hay que cortar carne
o llenar solicitudes,
generalmente está de asueto.

De mil conversaciones
toma parte sólo en una,
y no necesariamente,
pues prefiere el silencio.

Cuando el cuerpo nos empieza a doler y doler,
escapa sigilosamente de su hora de consulta.

Es algo quisquillosa:
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.

La alegría y la tristeza
no son para ella sentimientos distintos.

Sólo cuando se unen
está presente en nosotros.

Podemos contar con ella
cuando no estamos seguros de nada
y tenemos curiosidad por todo.

De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan afanosos
aunque no mire nadie.

No dice de dónde viene
ni cuándo se irá de nuevo,
pero evidentemente espera esa pregunta.

Según parece,
así como ella a nosotros,
nosotros a ella
también le servimos de algo.
          Wislawa Szymborksa

viernes, 2 de mayo de 2014

La bici de Wadjda

A veces no hacen falta tramas complicadas, ya que la historia más sencilla puede asombrar, todo es cuestión del enfoque que le demos. Y lo capaces que seamos de empatizar con él o la protagonista de nuestra historia.

Wadjda (aka la bicicleta verde) es la historia de una niña de 10 años que desea con todas sus fuerzas tener una bici para poder echarle una carrera a su amigo Abdullah.  Hasta aquí todo normal, casi diríamos que banal... Si no fuera porque la niña vive en Arabia Saudí, donde está mal visto que las niñas vayan en bici y jueguen con niños que no sean de su familia.

Así es como un planteamiento sencillo se vuelve de pronto extraordinario, al cambiar nuestro escenario por el de un mundo diferente, sometido a otras reglas.  Todavía nos faltaría el segundo requisito para enganchar con una historia: que el personaje principal nos resulte cercano, que nos sintamos identificados en su lucha. Esto rápidamente lo consigue Wadjda, una rebelde y vivaz muchacha que siempre gusta de llegar al límite entre lo que puede hacer y lo prohibido. La película la caracteriza con sencillez cuando en la primera secuencia la vemos con sus características zapatillas converse sobresaliendo del manto de la escuela y de los oscuros zapatos del resto de niñas


Ahora bien, como todo relato clásico, un protagonista necesita de un antagonista. Sería fácil ver aquí a la directora del colegio de Wadjda, la señorita Hussa, quién llevada por el rigor religioso será la principal interesada en "encarrilar" el comportamiento rebelde de la niña hacia formas más aceptadas en la sociedad saudita.


Pero ¡cuidado! desde este punto de vista podíamos pensar que la directora no es más que la correa de transmisión de unos valores sociales, y que por tanto, la verdadera antagonista es la propia sociedad saudí, un patriarcado en el que los hombres llevan la voz cantante, pudiendo casarse de nuevo y haciendo que las mujeres dependan de ellos hasta para poder ir al trabajo en coche


¿Son estos los enemigos de Wadjda? Sí, y no. Wadjda forma parte de ese mundo: adora a su padre y quiere a su madre (que no quiere comprarle la bici porque no considera que sea propio de niñas). Antes hemos dicho que Wadjda tenía una habilidad especial para jugar al filo de las reglas pero sin salirse. Y es verdad: pronto Wadjda comprende qué si quiere salirse con la suya deberá utilizar las mismas reglas del juego para transgredirlas. Si hace falta cambiar los videojuegos y la música rock por el estudio del Corán y su recitación (a fin de poder ganar un concurso religioso y comprarse la bici); Wadjda pondrá en esa empresa todo su empuje, poniendo en ello su ingenio y su corazón.


Y como todo héroe o heroina, no le faltan tampoco aliados a Wadjda, en este caso su vecino Abdullah, quien le enseña a montar en bici y se vuelve su principal amigo. Como la historia es sencilla pero no simple, es un niño (un futuro hombre), quien muestra más respeto y simpatía a la lucha de Wadjda. Aunque ayudarla tal vez implique perder con ella la carrera más tarde... quién sabe.


Recomiendo esta película a todos los que quieran conocer otro mundo: otras costumbres, formas de vestir, otras calles...  A mi me ha dado ganas de saber más del país y seguir los avances que lentamente pero inexorablemente están consiguiendo las wadjdas que en él habitan.

Por otro lado, la historia que muy fácilmente podía haberse convertido en un agria denuncia plagada de brutalidad y dolor opta en cambio por la crítica desde dentro, comprendiendo, como Wadjda en un ejercicio de resiliencia del que ya podrían aprender muchos rebeldes sin causa, que el optimismo, la superación y el sentido del humor a veces son las mejores armas para cambiar las cosas.

Epílogo:

La directora es Haifa Al Mansour, la primera mujer en dirigir una película en Arabia Saudita, un país sin apenas industria cinematográfica, hasta tal punto que para encontrar a la actriz que hiciera el papel de Wadjda (Waad Mohammed), hubo que recorrer al boca-oreja ante la ausencia de una agencia de casting digna de tal nombre.  Al Mansour dice que se basó en un personaje real, el de una sobrina suya para el papel pricipal. Aunque pienso que bien podría ser un trasunto de la autora, que tuvo que dirigir muchas escenas (situadas en suburbios muy conservadores de Riad) desde una furgoneta con un walkie talkie ya que no estaba bien visto que saliera a la calle rodeada de hombres. Cuenta que su padre, el poeta Abdul Rahman Mansour la crió junto a sus doce hermanos viendo películas VHS (no había cines en aquella época) de Walt Disney y Jackie Chan, de donde la autora probablemente comprendió el valor de los finales felices.

Waad Mohammed y Haifa Al Mansour, las grandes protagonistas
de Wadjda, en el Festival de Cine de Venecia (2012)