lunes, 30 de junio de 2014

Mujer de azul sobre fondo rojo (La vida de Adèle)



Hace una semana vi La vida de Adèle, la premiada (y polémica) película de Abdellatif Kechiche. Con las (increíbles) interpretaciones de Léa Seydoux y Adelè Exarchopoulos, poco conocida actriz y a la que le vaticino un futuro más que prometedor a poco que escoja bien los papeles y tenga un poco de suerte.

La película viene envuelta por la polémica: qué si las explícitas escenas de sexo, que si el director y las actrices que han terminado como el rosario de la aurora, que si refleja bien o no la naturaleza de las relaciones entre lesbianas... Todo este ruido puede ser interesante (y de hecho lo es), ya que como diré más abajo, la película creo que es importante en sí como acontecimiento social. Pero también puede ocurrir que este alboroto nos impida ver la historia en sí, lo cual sería una pena. 

Adèle tiene 15 años y siente que no encaja en el mundo. O quizás es el mundo el que no encaja con ella. No le gusta lo que debería gustarle. A pesar de que desea amar y entregarse con todo su alma, no encuentra nadie ahí fuera que sea capaz de corresponderla, que abra ese corazón joven e inexperto a la vida y al amor.

Hasta que aparece la chica del pelo azul...

La película está basada en la novela gráfica El azul es un color cálido, de Julie Maroh

La primera idea que hay que desterrar de la cabeza es que vas a ver una película sobre dos lesbianas. Es una historia de amor (con mayúsculas), más concretamente, sobre el primer amor. Sobre todo lo que éste promete, sobre el crecimiento que promueve, sobre la felicidad y el éxtasis. Pero también sobre el dolor y la frustración y todo lo que el amor se lleva tras de sí cuando desaparece.  La historia no es nada original, pero la forma de narrarla sí lo es. 

Durante toda la película la cámara está situada a la misma altura de las dos protagonistas, con preferencia por los primeros planos. Con ello consigue meternos casi en la piel de las dos protagonistas, aunque nos identificamos más con Adèle, pero sin dejar de entender en todo momento a Emma. Secuencias largas y de un gran naturalismo nos permiten conocer a los personajes, no por lo que dicen, sino por lo que hacen, por lo que son; los sentimientos no se nos cuentan, sino que se nos muestran.  Y aquí llegamos a las largas escenas de sexo. No me parece que sean gratuitas, ya que forman parte de la relación de la pareja, como cuando están comiendo espaguetis en casa de sus padres o como cuando Emma decide dibujar el retrato de Adèle.  Son pertinentes porque la relación entre ambas es física, humana, no etérea ni metafísica. Y no son morbosas porque están rodadas con tanta franqueza y respeto que uno no tiene la sensación de estar viendo algo embarazoso o que no debería ver, sino la de estar asistiendo a la celebración íntima y hermosa del amor entre dos personas.


Pero hay otras cosas menos llamativas de la película que también me han gustado: me parece que relata como pocas lo que ocurre con una relación de pareja cuando ésta se basa sobre todo en la atracción física. Sobre cómo se va acrecentando la distancia por la rutina y las diferentes personalidades e intereses.  Pocas películas he visto tan tiernas e implacables a la vez. Porque como suele suceder en la vida real, no hay buenos ni malos, héroes ni villanos, sino el paso del tiempo, la maduración de los sentimientos, el flujo cambiante del viento.

Otra cosa muy positiva de la película es que creo que sería inimaginable hace diez años. Sobre todo porque no es una peli destinada únicamente a un público gay ni mucho menos. Es una historia para todos los públicos y que ha sido reconocida y elogiada desde ámbitos diversos. Me parece muy buena noticia y un signo de la normalización y de la apertura de la sociedad el que podamos disfrutar de esta película sin cortes en varios países, entre ellos, el nuestro.

El azul es el color de la introspección, del arte, las ideas y la intelectualidad... El rojo es fuego, pasión, impulso vital.  Ambos se encuentran, se atraen, se necesitan, se nutren.  Pero a la vez, ambos son demasiado distintos para entenderse plenamente. La vida de Adèle habla de todo lo que el amor puede llegar a crear entre dos personas, pero también, de que el amor a veces no es suficiente. Habla de seres humanos, de carne y hueso, muy reales. Por eso no importa tu sexo, tu género ni tu orientación sexual. Si has amado, si has perdido, si alguna vez has vivido, entenderás que La vida de Adèle habla de ti.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Te la recomiendo. Son 3 horas plenas de intensidad y buen cine. Y la interpretación de Adèle es de las que pasan a la historia...

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