jueves, 27 de marzo de 2014

Little Girl Blue


¿Qué le dirías a alguien que está triste y desanimado?
Alguien a quien sabes que no puedes consolar…
Porque todos tenemos momentos inconsolables.

Janis Joplin tiene una canción que dice “yo entiendo cómo te sientes, sé que estás triste, que no te sientes con fuerzas para continuar…”.  Siempre ha sido una de mis favoritas de Janis, pero lo más bonito de esta canción no está en lo que dice, sino en lo que calla.

No dice por ejemplo: ya pasará, intenta sentirte mejor, sé feliz, para que yo no me sienta tan nervioso e impotente.
No aporta certezas, no pretende solucionar nada, “sólo” aporta presencia, sólo pretende escuchar.

Algunas de las personas que más me ayudaron en un momento de bajón lo hicieron simplemente por estar allí, y por no pedirme que estuviera bien cuando no lo estaba.

Porque a veces es el silencio lo mejor que podemos regalar. El silencio y la escucha. La comprensión.

Lo demás, queridos míos, sobra.




 

viernes, 21 de marzo de 2014

Sobre ficción y periodismo

Para muchos es un medio para ganarse la vida, tan honrado o tan poco como puedan permitírselo sus agallas o sus escrúpulos.  Para otros, una religión, con sus homilías y sus predicadores.  Para unos pocos, quizás los imprescindibles, es una forma de vida, una necesidad, un destino.

Estamos hablando de Periodismo.

Y Periodismo es una de esas cosas que significan tantas cosas a la vez para tantas personas en tantos sitios que al final nadie se pone de acuerdo en qué es.

Toda esta larga introducción es para hablar de las relaciones (casi siempre tempestuosas) entre periodismo y ficción.  Ambos sirven para contar cosas, historias que nos dicen quiénes somos, pero que lo hacen de forma diferente, de tal manera que pocas cosas te van a definir más como periodista que dónde pongas la línea divisoria entre una u otra o lo tolerante que puedas llegar a ser con la realidad de los hechos y los espacios en blanco que, inevitablemente, surgen entre lo que se sabe y lo que no.

No es mi pretensión hacer aquí un tratado sobre periodismo con mayúsculas ni una nueva discusión bizantina acerca de si es posible la objetividad.  Más que nada porque dejé el (P)eriodismo con mayúsculas en los altares de la universidad y de un tiempo a esta parte sólo creo en el trabajo diario, humilde y serio. En la dignidad del oficio, nada más (y nada menos).  En cuanto a la objetividad, prefiero hablar mejor de honestidad: más humana, más accesible.

Lo que os quiero comentar aquí, de pasada, son tres ejemplos que he visto últimamente y me han hecho reflexionar sobre las relaciones entre periodismo y ficción. De entrada, por si no hubiera quedado claro ya, lo que voy a decir que no es más que mi humilde opinión, no un tratado o un estudio serio acerca del tema.

1.  Jordi Évole y la "Operación Palace"
¿Puede una mentira explicar una verdad? Con esta enigmática frase se publicitó el documental (o falso documental más bien) que ha levantado ampollas entre amplias capas de la audiencia, y en especial, en el mundillo de los periodistas.  ¿Puede? Difícilmente: la mentira no añade ninguna cualidad a la verdad. Es añadir oscuridad a la oscuridad, enmarañar lo enmarañado porque "total, ya estaba enmarañado".  Decir que como no se sabe mucho de una cosa se puede tergiversar al gusto del consumidor es renunciar a una de las misiones que para mi tiene el periodismo (y más hoy en día en el que ya no es el único proveedor de la información, sino más bien un intermediario): esclarecer los hechos, separar el grano de la paja. Y si no puedes, por lo menos, no oscurecer más los hechos.  Claro que muchos también piensan que lo que hizo Evolé no tiene nada que ver con periodismo. Si es así, estamos de acuerdo.

 2.  Truman Capote y la novela de "no ficción"

En los sesenta surge en Estados Unidos el Nuevo Periodismo, una corriente que utilizando las armas de la literatura quiere hacer un periodismo que no se limite a ser la copia neutra de la realidad en formatos preestablecidos, sino que se acerque al mundo que describe y al lector, no dudando en utilizar para ello todos los recursos que la literatura pone a disposición del escritor. Entre sus frutos más celebrados está A sangre fría, de Truman Capote. Lo que hace que esta corriente se pueda considerar periodismo es que las historias han ocurrido realmente, y el autor las documenta de forma absolutamente meticulosa: Truman Capote dedicó nada menos que seis años a estudiar cada aspecto del crimen ocurrido en Kansas que cuenta magistralmente en la novela antes mencionada; para ello, hizo cientos de entrevistas tanto a los vecinos como a los policías encargados del caso e incluso a los culpables.
He hablado de la novela de no ficción porque actualmente estoy leyendo Música para camaleones, del mismo autor. Es un libro maravilloso, que me está encantando y del que hablaré más adelante en un post cuando lo termine (avanzo lentamente entre viaje y viaje de autobús).  Si A sangre fría es la reconstrucción metódica de un suceso de la forma más "fría" posible, en Música para camaleones asistimos a la integración de la personalidad del autor en los hechos que narra, habitualmente surgidos de diálogos, anécdotas o cartas.  Está más cerca de la literatura que del periodismo, es cierto, pero en él palpita una vida, una verdad que sólo puede surgir de la realidad.  En la introducción del libro el mismo autor nos revela las claves que diferencian y al mismo tiempo emparentan ambos libros:
"Desde un punto de vista técnico, la mayor dificultad que tuve al escribir A Sangre fría fue permanecer completamente al margen de la narración. Por lo común, el periodista tiene que emplearse a sí mismo como personaje, como observador y testigo presencial, con el fin de mantener la credibilidad. Pero creí que, para el tono aparentemente distanciado de aquel libro, el autor debía estar ausente. Efectivamente, en todo el reportaje intenté mantenerme tan encubierto como me fue posible.                            
Ahora, sin embargo, me situé a mi mismo en el centro de la escena, y de un modo estricto y sobrio, reconstruí conversaciones triviales con personas corrientes: el conserje de mi casa, una masajista del gimnasio, un antiguo amigo del colegio, el dentista. Tras escribir centenares de páginas sobre esas cosas tan simples terminé por desarrollar un estilo. Había encontrado una estructura dentro de la cual podía integrar todo lo que sabía acerca de escribir".
Recapitulando: el Nuevo Periodismo utiliza las armas de la literatura (forma) para acercarnos a la realidad de unos hechos (fondo). Lo que no se cuestiona es la realidad de esos hechos, que son sagrados y han de ser bien documentados ya que servirán de fundamento para todo lo demás (y no al revés: no son la excusa, como ocurriría en cualquier novela de ficción a secas). Para quien quiera saber más de esta corriente (por la que tengo que reconocer que siento devoción), recomiendo este enlace.

y... 3.  Una curiosa sorpresa: ¿robó un supervillano el Boeing 777?

Si en el primer ejemplo hablaba de la manipulación de una realidad para contar una supuesta verdad, y en el segundo de cómo contar la verdad desde las armas de la ficción... Ahora me toca presentaros algo completamente diferente (como dirían Monthy Python); pero que sinceramente... me ha gustado.

El enlace es al artículo de Daniel Burgui, "Un supervillano centroasiático robó el Boeing 777"

¿Ya lo habéis leído? Bien.

Tengo que reconocer que no conocía al autor, y el artículo me lo recomendó el otro día uno de mis contactos de Facebook. 
Tengo que decir que lo empecé a leer con suspicacia en grado sumo. ¿Qué pensé? Que el tema no era para hacer bromas, que el planteamiento era quizás sensacionalista...
Tengo que reconoceros otra cosa: me ha parecido el enfoque más audaz que he visto en mucho tiempo en un artículo. Y me ha parecido un buen análisis, diferente, fresco. Bien documentado
¿Por qué? 
No sé. Tal vez porque había realidad en él.

sábado, 15 de marzo de 2014

La ladrona de vidas (libros)

Hace dos días vi por fin La ladrona de libros. 

Digo por fin porque ya tenía ganas, pero al final, entre unas cosas y otras uno no encuentra tiempo.  Así que en vez de en el cine, la vi en casa y en versión original. No he leido el libro, así que sólo os hablaré de las impresiones que me ha dejado la película.

La peli no es una obra maestra: falla por diferentes flancos, a veces a los actores les pasa eso de parecer "estar perdidos" en medio de una escena en la que no saben que cara poner o donde situarse. Creo que eso es un fallo del director, aunque tampoco soy un especialista. Otra cosa que no me convence es que (imagino que en la versión doblada no pasa esto) los actores hablan en inglés con acento alemán, a pesar de que se supone que son todos alemanes hablando con alemanes (¿?).

Pero dejando aparte estos detalles, la película tiene un par de escenas que me han conmovido profundamente, y eso no me suele suceder muy a menudo.

La primera cosa con la que me identifico totalmente es con el amor por los libros de la protagonista

Esto es algo que a quien no lo haya sentido no hay forma de explicárselo. La escena en que Liesel entra en la biblioteca de la mujer del alcalde y se queda extasiada cuando ve todos esos libros es preciosa y resume en una imagen lo que no se puede decir con palabras (o sí se puede, pero sería aburrido)

Otra cosa que me ha encantado ha sido la identificación entre palabras = vida.  La literatura como creadora de vida, de otras vidas y de la nuestra propia, que transcurre a través de las palabras que decimos, las palabras que para nosotros significan algo, las que nombran nuestros mundo, las que amamos. Palabras

Esto se simboliza en varios momentos de la película. Uno de los pasajes más bonitos en este sentido es cuando Max, el judio escondido en el sotano de la familia de Liesel, le regala un diario (en realidad un libro sobre Hitler pintado de blanco para que se pueda escribir en él). Y le dice:
"In my religion we´re taught that every living thing (every leaf, every bird) is only alive because it contains the secret word for life. That´s the only difference between us and a lump of clay. A word. Words are life, Liesel. All those blank pages, they´re for you to fill"
Quizá el momento culminante de esta toma de conciencia y de posición de la protagonista (al principio no sabía leer ni escribir y pronto se convierte en una devoradora de libros); es cuando ella se convierte por primera vez en narradora.  Sucede en un refugio durante un ataque aéreo, cuando se hace consciente de su capacidad de generar vida y esperanza en mitad del miedo reinante.
Entonces ella cuenta una bonita historia a una audiencia tan asustada como entregada:
"Había ua vez el fantasma de un muchacho,
a quien le gustaba vivir en la sombra de las cosas,
ya que así no asustaba a la gente.
Su trabajo era esperar a su hermana, quien estaba todavía viva
A ella no le asustaba la oscuridad,
porque sabía que era donde residía su hermano.
Por la noche, cuando la oscuridad llegaba a la habitación
ella le contaría a su hermano acerca del día
le recordaría como se sentía el sol sobre la piel
y el aire en los pulmones al respirar.
O el sabor de la nieve en su boca.
Y todo esto le recordaba a ella que seguía viva"
 Y la historia sigue...

viernes, 7 de marzo de 2014

Aquí empezamos

Aquí comienza este blog. No tengo claro cómo será ni lo que haré de él. El tiempo lo dirá, aunque como bien dice este poema de Ángel González, todo dependerá de tus ojos, tú que me lees.

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...

Muerte en el olvido (Ángel González)