Asumámoslo: algunas de las cosas que más nos gusta hacer no nos darán nunca de comer. Ni falta que hace. La pena es que esa necesidad de sacar un rendimiento económico de todo lo que hacemos, o de tener que ser los mejores (como si alguien pudiera ser “el mejor” en algo), nos lleva muchas veces a dejar de hacer aquellas cosas por las que puede que no seamos recordados en el futuro, pero que nos hacen felices en el presente.
Florence Foster Jenkins tenía un sueño, y lo hizo realidad. Su sueño era ser cantante de ópera. Y lo fue, en efecto, durante 30 años. Actuó en uno de los mayores templos de la música: El Carnegie Hall. Y grabó 5 discos que hoy son objetos de culto para los coleccionistas. Lo hizo, eso sí, ganándose el dudoso honor de ser recordada como “la peor cantante de ópera de la historia”.