viernes, 6 de junio de 2014

Walter Mitty o el poder de una imagen

La vida secreta de Walter Mitty fue en su origen un relato corto de James Thurber publicado en New Yorker en el que se nos contaba en clave de humor caústico las ensoñaciones de un oficinista que escapaba de su rutinaria y anodina vida gracias al poder de la imaginación, desde donde vivía aventuras sin fin siendo siempre el héroe encargado de salvar el día. En 1947 dio lugar a una película protagonizada por Danny Kaye, en aquel momento un cómico muy popular a quien acompañaban Boris Karloff y Virginia Mayo.  En 2013 una nueva versión de la historia ha venido de las manos de Ben Stiller, que hace las veces de director y protagonista y a quien todos conocemos por comedias como Algo pasa con Mary, Los padres de la novia, o las no tan famosas Tropic Thunder y Zoolander.

La historia ha cambiado bastante en esta nueva versión, si bien conserva la esencia del relato original: Walter Mitty (Ben Stiller) es un funcionarial trabajador de la prestigiosa revista Life con un trabajo asentado pero monótono, que sueña despierto con ser el héroe de incontables aventuras y poder conquistar a la chica de sus sueños, la bella Cheryl (Kristen Wiig) que ha empezado a trabajar en el departamento. Sin embargo, el paso de la edición en papel a la digital amenaza con poner fin a una época en su vida, a lo que se suma la llegada del despótico y tecnócrata jefe encargado de pilotar la transición y decidir los despidos (un genial Adam Scott). Finalmente, lo que hará arrancar la historia será la pérdida de un negativo del prestigioso fotoperiodista Sean O´Connell (Sean Penn), negativo de gran importancia ya que debía protagonizar la última portada en papel de la revista.

Hasta aquí la historia, con cambios notables con respecto al original. Si en el relato y en la película precedente las aventuras de Mitty solo ocurrían en la imaginación de éste, en esta nueva versión las aventuras suceden en la realidad: Walter Mitty decide ir en busca del negativo, lo que le llevará a darse una vuelta por lugares tan exóticos como Groenlandia, Islandia o Afghanistán pasando por el Himalaya. Un acierto en mi opinión ha sido la ocupación del protagonista como revelador de carretes ajenos, para colmo de un supuesto fotoperiodista célebre como Sean O´Connell - probable trasunto de Steve McCurry -. Otra gran intuición es enmarcar la historia en el cierre (real) de la edición en papel de Life, lo que en cierta medida representa el fin de una era y de una manera de hacer las cosas. Una cosa a detacar es el homenaje que se le hace al determinadas portadas célebres de la revista a lo largo del metraje, cuando no la reinvención de otras con el rostro del propio protagonista


Por otro lado, me gusta la idea de la imagen como metáfora de esa otra imagen mental que tenemos de nosotros mismos, y cómo dicha imagen se puede convertir en nuestra mayor limitación o nuestra mayor baza. Al final, el protagonista lo que hace es "revelarse a sí mismo", descubrir una imagen de sí que no estaba después de todo tan lejos de las aventuras soñadas por su imaginación.

En el plano técnico, hay que decir que la película cuenta con una fotografía apabullante, y con muy ingeniosos efectos visuales, que hacen que la historia se nos cuente a veces más con imágenes que con palabras, lo cual, tratándose de cine, me parece todo un acierto. También me ha sorprendido gratamente la elegancia y la sensibilidad que muestra Ben Stiller en la planificación y montaje determinadas secuencias.  Sin embargo, al final hay algo que no acaba de convencerme del todo. Puede ser que Stiller trate de juntar muchos géneros a la vez, (comedia, aventura, relato espiritual...); pero me da la sensación que todo acaba resultando un batiburrillo un poco inflado y artificial.  En cambio, es en mi opinión en los momentos más contenidos cuando la película cobra mayor fuerza, minutos en los que además Stiller ofrece su mejor interpretación. Lo que es una pena es que la crítica inicial contra un sistema que aliena al individuo y está más preocupado por la cuenta de resultados, acaba quedando muy amortiguada por un bombardeo de imágenes bonitas y de ideas "positivas" parecidas a las que solemos ver en muchos muros de Facebook. Ese "buenrollismo" supongo que ayuda a hacer más vendible el film, pero le quita gran parte de su personalidad e intensidad dramática. Aún así, la película tiene alma y emociona, en especial en algunos momentos.

 Algunos recursos visuales son muy originales, como cuando Walter Mitty acude al aeropuerto (arriba) y los letreros se cambian por ideas inspiracionales o como cuando una bandada de pájaros dibujan en el cielo el rostro de su amada Cheryl (abajo)



Para mi, la mejor escena de la película es esa en la que Walter, recién llegado a Groenlandia, duda entre quedarse en tierra o subir a un helicóptero postal con un piloto bastante borracho para alcanzar al fotógrafo que está a bordo de un barco en alta mar. Es un momento crucial en el que nuestro héroe tiene que decidir entre volver a la seguridad de lo conocido o lanzarse definitivamente a una aventura que bien puede salir mal. El estado de embriaguez del piloto y el cielo nublado hacen que en un primer momento Mitty decida quedarse en tierra. Entonces aparece la imagen de Sheryl con una guitarra tocando Space Oddity y animándole a vencer sus miedos y Walter decide en el último instante echar una carrera hasta el helicóptero que ya está despegando.  Es una escena francamente emocionante y con un tempo perfecto, a la que viene que ni pintada la magnífica canción de Bowie. Es muy fácil sentirse identificado con el personaje en esos instantes, ya que ¿quién no ha sentido alguna vez el miedo y la necesidad de soltar amarras y lanzarse a lo desconocido, a la aventura, a una nueva vida?


No hay comentarios:

Publicar un comentario